Patastratos escribió:Lo malo de la serie es que se centra únicamente en un evento: el asedio de la ciudad de Deneeim. Esto hace que en ocasiones parezca que la historia se queda un poco estancada, llegándose al caso de que la historia retroceda para volver una situación de partida ya conocida por el lector.
Acabado.. ¿qué digo? simplemente viendo la portada del cuarto tomo, esto es exactamente lo que se ve. Seguramente que una forma de exorcizar fantasmas de partidas de rol y de juegos de estrategia, de maquetas y demás, pero siempre desde el punto de vista bélico. Aquellos niños que ponían tortugas o hamsters por entre unos playmobiles con una única aventura: aplastarlos mutuamente en dos grupos opuestos en una guerra que siempre se repite.
Sin embargo, Santiago Valenzuela consigue otorgar personalidad a muchos personajes. Otro sin embargo: seguramente viciado por series tanto de comics, como de libros como de la televisión (los años cerontas, la era de las descargas masivas de series de la tele de la Fox que son tan buenas que es obligatorio ver temporadas enteras hasta desfallecer), lo que Valenzuela hace es crear ganchos que no se resuelven.
Patastratos escribió:En un principio da pereza ver al protagonista entrar en la ciudad de Deeneim sabiendo que no va a salir de allí en toda la serie a pesar de la cantidad de posibilidades argumentales que ofrecen los exteriores
Ajá.
De hecho, cuanto el oponente muere porque no muere, ya uno nota que las cosas no van bien.
Patastratos escribió:termina la historia y se ve que son muy pocas las explicaciones dadas.
A mí no me importa que no me den muchas explicaciones. Pero el hecho de que todo se centre en un escenario, como la ciudad, y se nos digan cosas fuera de texto como "el microworld" o cosas así, pero no se nos diga ni con pistas ni con referencias al exterior: ¿Cómo se ha llegado a ese lugar? comienza a molestar... a partir del tomo 4.
De todos modos, crea fascinación: por lo que puede haber o no. Las posibilidades entrevistas. El qué le habra pasado a Figueiredo. ¿Es Manuel de Falla una entidad divina? Pero pasa un poco como con tantas series: que eso lo olvidan o lo arrinconan. Como en las buenas ideas de Dragon Ball, se centran en la guerra o en la batallita y lo demás es como un aderezo, de esos de los restaurantes donde tienes que insistir: "que la guarnición sean patatas fritas" porque si no ponen un tomate que nunca veo que casi nadie se coma. No es un aderezo: es importante que hayan patatas o pimientos o lo que uno pida.
Luego hay montones de cosas que está bien conocer: El propio carácter de Torrezno: ¿no le da un shock al ver insectos gigantes? ¿Cómo es que se adapta tan rápido? ¿Cómo es que asciende de manera tan directa? Pudo ser abandonado tras haber entregado el lienzo de Manuel de Falla, o no pudo haber sido utilizado de manera más directa, si nos creemos las malas lenguas que dicen que el Sumo lo utiliza? ¿Cómo es que siempre acierta? Parece que el capitán se lo toma todo como un juego... pero que el Shogun hace lo mismo... pasan las páginas y los cuatro tomos y, como dice
Patastratos, se encalla: el gran conquistador que usa fósforo y que conoce lo que son las cerillas gigantes, se espanta de las crucifixiones; ¿acaso cree que en sus guerras la gente no muere? ¿Es todo una batallita entre dos colegas que han acabado como jefecillos de dos tribus del micromundo?
¿Está todo oculto con canales subterráneos, algunos de los cuales son trenes pero nadie lo sabe, pese a que se lanzan 30 convoyes de ordinario? ¿Y la gente vive en una era agraria muy preindustrial mientras que hay montones de ibertrenes dando vueltas por ahí?
En el primer tomo, en el desierto, Torrezno es recogido por uno del Oeste, que resulta que es como un mercenario contratado para ganar su libertad... y suelta algo de que 90 años son muchos, pero Torrezno suelta que no tantos, que si su abuela... Son muchos, diga lo que diga Valenzuela, y aunque se desease vida más larga y próspera, pero un año parece que es una inmensidad para un habitante del micromundo (un nombre, por cierto, que apenas aparece más que en textos del autor muy específicos)... pero, conforme avanzan, las páginas y los tomos, parece que ya esos años no son tantos. Un mes debería ser mucho... de hecho, José Hilario, que nos ampare, se sorprende de ver como la mujer de su parece original cumple el ciclo de su embarazo en unas horas o apenas uno o dos días... osea, que el ciclo de acontecimientos es más rápido entre esa gente... y su forma de contar los años, también lo es, evidentemente: los 333 años podrían ser 33 años humanos de altura ordinaria.
De todos modos, hay más misterios, que corren el riesgo de convertirse en fallos de guión conforme pasan los tomos: ¿cómo se ha amontonado tanto polvo? ¿qué altura tienen los humanos, que el funcionario Creador nota que han tenido que encogerse respecto de la pareja original? Entonces, ¿no es muy grande el agujero en los muebles para las vías del tren? ¿No tendrían que ser agujeros tipo carcoma?
Un misterio que tampoco tiene trazas de resolverse es el de la existencia de unos Técnicos que no viven en Deeneim, pero que son los que saben cuándo tienen que solventar problemas eléctricos... pero es un misterio
igual de grande que el de cómo el Capitán tiene esos conocimientos tan amplios: sorprende que a las pilas las llame baterías, pese a lo aparentemente tosca cultura general y vocabulario asociado. Y luego resulta que tienen ordenadores y bases de datos... es misterioso y sospechoso.
Espero que nadie se sorprendiera de ver, ya al principio, lo que parecía un sofá, osea, muebles gigantes. En cambio, me sorprende de ver que Torrezno no se sorprenda de ver continuamente paquetes de tabaco (siempre les llama trujas, no cigarros) y mecheros, trenes de juguete eléctricos o un pasaporte inmenso... nunca sospecha ante el lector de su propio tamaño y el de los demás humanos... sólo atisba a decirle a una adivina que no entiendo ni dónde está que igual hubo una guerra nuclear que hizo crecer los bichos... ¿y se lo dice a una mujer que no sabrá nada? Hay un pequeño misterio sobre las frases propiciatorias... que podemos intuir de dónde vienen, pero que no se nos dice... pasan las centenas de páginas y todo queda espolvoreado de unos misterios que se ve claro que no hay interés en resolver. El interés se centra cada vez más en una batalla eterna que no se resuelve. No me interesan las guerras por sí mismas.
Quiero saber si todo eso sucede antes de la explosión de gas. Si el dios del ático aparecerá. Si les dirán qué quiere decir "Sexo: uve". Si José Hilario se recuperará y/o entrará en el sótano o en sus restos. Si sabremos quién hay tras Hideyoshi. Pero cuando aparece aquella especie de Georgie Dann de las montañas de la locura de la albúmina, pese a que añade algo más, de misterio, uno sospecha que será otro sin resolver.
En el cuarto tomo, me quedo un poco frío: como en las series corrientes y vulgares, donde ya se ve que todo está establecido y que las pautas a seguir serán las establecidas, aunque uno pueda seguir vibrando con historias que ya vio en el Príncipe Valiente, o en Los Diminutos o que suenan a lo que explican de Los Micronautas ("que no podemos publicar porque la marca pertenece a una empresa de juguetes y no a Marvel", según miles de redactores y correeros de Comics Forum).