Hoy me metí en una librería de por aquí buscando el Pasolargo, y por eso de no irme con las manos vacías me llevé el último de Lucky Luke, con la curiosidad de saber cómo había quedado. Al ir a pagar, descubrí que uno de los dependientes era un chico que conocí de pequeño y del que no guardo buena impresión. Viendo desfilar a los varios dependientes delante mío, enviándose unos a los otros la responsabilidad de atenderme (fueron tres los que podían atenderme y que le pidieron a otro que lo hiciera) al final y contra el deseo que iba formulando mentalmente me tocó quien es de imaginar. Le entregué el libro y ya estaba sacando el dinero cuando con una mano extendida hacia el papel de regalo más infantil que había en toda la tienda (uno de Winnie de Pooh, bastante mono por cierto) me preguntó "¿Lo quieres para regalo, no?".
Esta situación se me ha repetido muchas veces, de hecho compro los Magos del Humor de Superlópez en una librería exclusivamente infantil y cada vez que me asomo por allí me lo preguntan. Normalmente suelo decir que no, e incluso añado "es para mí", pero dado el caso de que conocía al que me atendía (aunque no sabía si me había reconocido) me sorprendí respondiendo un convincente "Sí, claro claro". La jefa que estaba al lado le señaló que ese regalo era para un joven, que no usara ese papel tan infantil (llegué a dudar si conocía mis verdaderas intenciones), a lo que solté un "Nononono, qué va, si es para un niño", que no sé si sonó hasta contrariado. Así que salí de la tienda con aquel colorido paquete, arrepentido un poco por no reconocer mis intenciones y dar la cara por algo que son mis aficiones y que por tanto forma parte de mí, pero a la vez justificándome por la rapidez con que se desarrolló la situación y la especial circunstancia.
Me quedé todo el camino a casa pensando "¿Realmente son ellos los equivocados? ¿No tiene el cómic realmente una base infantil o adolescente?", y recordaba una conversación que tuve con un amigo extranjero hace poco, en la que me comentaba como algo extraordinario y extravagante el hecho de que los adultos japoneses leyeran mangas en los metros, argumentando que esta actitud se debe a que los niños japoneses no tienen tiempo para jugar y añoran este tipo de ocio en su etapa adulta. Y yo, claro, me callé como un muerto.

